Fulvia no tenía ningún interés en la gestión del hilado, ni en el hogar ni en un marido que no tuviera como objetivo la vida pública. Fulvia quería gobernar, tenía ansias de poder y deseaba ser comandante en jefe. Fulvia habría de ser recordada en la historia de la República romana tardía por su ambición y su actividad políticas.
Fulvia nació como Fulvia Flacca Bambalia, aunque también se la conoce como Fulvia Bambaliae. Ella nació y creció ya sea en Roma o Tusculum, Italia. Fulvia fue miembro de los Flacci, rama de la gens Fulvia que provenía de Tusculum. De familia plebeya, varios miembros lograron ser cónsules y se habían convertido en senadores. Fulvia fue el único descendiente directo de Marco Fulvio Flacco Bambalio y Sempronia Graca. Su padre recibió el apodo Bambalio debido a la vacilación en su discurso. Su abuelo paterno era Marco Fulvio Flaco (cónsul 125 a. C.), que había sido un aliado de los políticos Tiberio Graco y Cayo Graco.
Sus abuelos maternos eran Cayo Graco y Licinia Crasa. A través de su abuelo materno era sobrina nieta de Tiberio Graco, un descendiente del general romano Escipión "El Africano" y del general romano Lucio Emilio Paulo Macedónico. A través de su abuela materna era descendiente de la gens Licinia y de la gens Claudia. Cuando su madre murió en 63 a. C. Fulvia heredó la gran fortuna de los Graco. Su padre aún vivía cuando ella se casó con Publio Clodio Pulcro.
Fulvia, esposa de Marco Antonio, fue una mujer que se rebeló contra el rol que le atribuía la sociedad de Roma -el de mera comparsa- y que jugó un papel importante en las decisiones de su propio marido -igual que en sus dos anteriores matrimonios- y, por tanto, del segundo triunvirato que gobernó Roma (Marco Antonio, Octavio y Marco Emilio Lépido). Mientras Marco Antonio estaba en Egipto -concretamente en la cama de Cleopatra-, Octavio se estaba ganando el favor de los romanos y, lo que es peor, de las legiones que habían combatido con Antonio, pero Fulvia no se iba a quedar de brazos cruzados… utilizando sus armas de mujer -en este caso de mujer mala- consiguió que el hermano pequeño de su marido, Lucio Antonio, reclutase 8 legiones para enfrentarse a Octavio. Sus intenciones: llamar la atención de Marco Antonio obligándole a regresar a Roma y recuperar el poder perdido.
En el 41 a.C, y tras la ofensiva de Octavio, Lucio Antonio se replegó a la ciudad de Perusia (actual Perugia) esperando el regreso de su hermano y las negociaciones de Fulvia con las legiones acantonadas en la Galia… pero nadie llegó en su auxilio. Las tropas de Octavio sitiaron la ciudad.
Tras dos meses de asedio, en la llamada hambruna perusina, Lucio rindió la ciudad. Fluvia huyó a Grecia y Lucio fue exiliado con el compromiso de no volver a Roma. Cuando Marco Antonio regresó a Roma, culpó a su mujer de la guerra y se casó con la hermana de Octavio, Octavia la Menor, para demostrar públicamente su reconciliación con Octavio.
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